domingo, 29 de septiembre de 2013

Mes de la Biblia…un mes para profundizar nuestra Fe

En este mes queremos hacer un llamado a la reflexión y a la profundización de nuestra fe Cristiana-Católica-Apostólica, por la sencilla razón de que cada vez son más las personas que dicen creer, pero que no actúan coherentemente con lo que creen, o bien dicen creer porque les hacen cantos bonitos, o van a un retiro, o se congregan en locales comerciales a los que llaman “Iglesias”, pero sus cimientos espirituales  no están enraizados en la fe que hemos heredado de nuestro Señor Jesucristo.  Desconocen a Cristo, sus enseñanzas y su Sagrada Tradición, la cual nos ha sido transmitida sin interrupción por casi 2,000 años, y dentro de su legado se incluyen las Sagradas Escrituras mejor conocidas como “La Biblia”.

En primer lugar debemos remontarnos al origen de las cosas para entenderlas, y lo primero que tenemos que entender es que ni Jesús, ni los apóstoles, ni incluso los primeros cristianos, tenían una Biblia como la conocemos hoy, y de allí podemos entender que muchas de las cosas que se mencionan en la Biblia tienen un contexto histórico muy diferente al de nuestros días, y deben ser leídas e interpretadas preferiblemente por personas preparadas y capaces para evitar caer en los errores en que han caído muchos buenos cristianos a lo largo de la historia.
 

Debemos preguntarnos entonces que libros Sagrados utilizaba Jesús y sus discípulos para predicar su Evangelio. La respuesta a esta pregunta es muy compleja pero a modo de ilustración les podemos mencionar que el pueblo judío tenía sus libros Sagrados principales llamados “La Torah”, los primeros cinco libros de la Biblia, a los cuales nosotros conocemos como Pentateuco. Pero además tenían la recopilación completa de libros que se llama “Tanaj” o también conocidas en sus traducciones arameas como Tárgum,  a lo que nosotros conocemos como Antiguo Testamento. De tal manera que la Tanaj viene a ser la Biblia que utilizaba Jesús. Sin embargo, los judíos también se regían por su Sagrada Tradición la cual en esos tiempos se transmitía principalmente de forma oral y era llamada “Talmud”, de manera tal que toda esa tradición de la Antigua Alianza, era la que practicaban Jesús y sus discípulos. Ahora bien, hay un detalle adicional que debemos rescatar en nuestra investigación,  y es que seguramente Jesús y sus discípulos utilizaron adicionalmente la Septuaginta  (Biblia Griega), comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta y generalmente abreviada simplemente LXX, que fue traducida de los textos hebreos y arameos más antiguos alrededor del año 150 a.c y que recoge los libros más cercanos al nacimiento de Jesús. Y sabemos que este documento era utilizado por Jesús y sus Apóstoles porque en los escritos del Nuevo Testamento prácticamente todas las citas que se hacen de las Antiguas Escrituras pertenecen exclusivamente a este documento (De 350 citas, 300 son de la Septuaginta)

Ya identificados los Libros Sagrados que utilizaban los primeros cristianos, ahora debemos enfocarnos en lo nuevo, la Buena Nueva y como fue plasmada en los Libros que hoy día conocemos, quizás nos sorprenda la historia.

Primeramente hay que aclarar que aunque los primeros cristianos eran en su mayoría judíos y se caracterizaban por tener unas creencias bastante diferentes y novedosas, las cuales eran motivo de persecución y muerte. Este grupo de cristianos a partir de la Misión Salvífica de Cristo fue formando la Iglesia Cristiana que hoy conocemos. Es decir, la Iglesia Católica existía antes de la conformación de la Biblia como la conocemos hoy. Esto es muy importante entenderlo. Las primeras comunidades creían y vivían la presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía, veían la Misa como el sacrificio Nuevo y Eterno para el perdón de los pecados, respetaban los sacramentos y seguían las instrucciones de los Apóstoles, además leían y se instruían con sus Libros Sagrados Tanaj, Tárgum y la Septuaginta, como bien lo decía San Pablo en Cor. 2, 3:16 “Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir  y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien”. Por estas razones se le ha denominado a esta fe primitiva la Tradición Apostólica. Entonces tenemos que en los primeros siglos de cristiandad los conflictos doctrinales se resolvían por medio del conocimiento y autoridad de la Tradición Apostólica.

Después de la destrucción del Templo Judío en el año 70 d.c, muchos judíos y no judíos se convertían al cristianismo y  la Iglesia Cristiana iba creciendo con los años a pesar de la persecución. Para el año 90 d.c, los judíos se reunieron en un Concilio en la ciudad de Jamnia, el centro intelectual y religioso del judaísmo rabínico (fariseos), para enfrentar el avance de los cristianos, en ese mismo Concilio que cabe aclarar era un Concilio netamente judío y porque no decirlo anticristiano, se estableció la desafortunada jaculatoria Birkat haMinim, la cual maldecía a los cristianos y sectarios. Esta plegaria debía decirse durante todos los sabats, y obligó a los cristianos de origen judío a separarse de los demás judíos en las sinagogas. Antes de esto, aquellos judíos que aceptaban a Jesucristo todavía se sentían cómodos yendo a la sinagoga, donde ellos intentaban convertir a otros hablándoles de Él, como el largamente esperado Mesías.

Otra de sus estrategias para limitar el avance de la fe cristiana fue eliminar de la Biblia los libros adicionales que tenía la Biblia de los Setenta (Septuaginta) y reconocer como válidos solo los libros de la Tanaj (Escritos antes del año 300 a.c), ya que los textos adicionales de la Septuaginta hablan muy claramente de cosas como el cielo y el infierno. Éstos contienen profecías que innegablemente refieren a Jesucristo, como en Sabiduría 2, 12-22donde dice que el Justo debía sufrir una muerte afrentosa. En resumen, los libros deuterocanónicos sonaban mucho a cristianismo y eso obviamente no era conveniente para el judaísmo. Otros ejemplos los tenemos en los Libros de Macabeos y Tobías, donde se habla de las doctrinas de la oración por los difuntos, la intercesión de los santos que ya han muerto y la intercesión mediadora de los Ángeles, celebración de fiestas sagradas, limosna y caridad,  entre otras.


Ahora bien, la primera reunión oficial de las autoridades cristianas, es decir, de Tradición Apostólica, fue el El Concilio de Jerusalén, la primera reunión normativa del cristianismo (la iglesia cristiana primitiva) hacia el año 50, según se relata en el capítulo 15 de los Hechos de los apóstoles. Realmente no fue un Concilio como tal pero nos da una idea de la línea que seguiría el cristianismo ya fuera de las tradiciones judías y que marcó definitivamente la desvinculación del cristianismo del judaísmo confirmando para siempre el ingreso de los gentiles (no-judíos) en la cristiandad. Sin embargo no se trata todavía de establecer un Canon de Escrituras completo, ya que obviamente no existen.

El canon de la Biblia que conocemos hoy fue sancionado por la Iglesia católica, bajo el pontificado de san Dámaso I, en el Concilio de Roma del año 382, y esta versión es la que San Jerónimo tradujo al latín (Vulgata). Dicho canon consta de 73 libros: 46 constitutivos del llamado Antiguo Testamento, incluyendo 7 libros llamados actualmente Deuterocanónicos (Tobit, Judit, I Macabeos, II Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc) y 27 del Nuevo Testamento. Fue confirmado en el Concilio de Hipona en el año 393, y ratificado en los Concilios III de Cartago, en el año 397, y IV de Cartago, en el año 419.

Este Canon fue el utilizado por todos los cristianos hasta que reformadores protestantes liderados por Martin Lutero lo impugnaron en 1521 aduciendo que preferían el Canon de Jamnia de los Judíos, pero si aceptaban el Nuevo Testamento completo decretado por la Iglesia Católica. La primera traducción al español de la Biblia de los protestantes en sus dos primeras ediciones, la de Casiodoro de Reina (1569), llamada la Biblia del Oso, y la de Cipriano de Valera (1602), llamada la Biblia del Cántaro, contenían todos los libros incluidos en la Biblia Vulgata latina de San Jerónimo, que es el texto oficial de la Biblia para la iglesia católica romana. Es decir, que incluía los libros deuterocanónicos católicos. Lo cual corrigieron en una versión posterior dejando dichos libros como un apéndice denominado de “lectura edificante”

Sin embargo ya desde el año 1442, 72 años antes de la reforma protestante en el Concilio de Florencia la Iglesia se planteaba reafirmar el canon católico, entonces el canon católico fue nuevamente confirmado por decreto en la cuarta sesión del Concilio de Trento del 8 de abril de 1546.

Esperamos que todos estos detalles históricos de la conformación de la Biblia que hoy conocemos nos ayude a profundizar en la verdad que los hechos nos presentan y la importancia de no eliminar libros de la Biblia por interpretaciones personales y respetar el canon original, los cuales vienen a ser los seleccionados por la Iglesia Católica bajo el pontificado de Dámaso I.


Estamos celebrando el mes de la Biblia y no es casualidad que este 30 de Septiembre celebremos también la fiesta de San Jerónimo, autor de la primera traducción al latín de la Biblia completa (Vulgata). Debemos sentirnos muy contentos y afortunados de tener toda la Sagrada Escritura para reflexionar y comprender la historia de la Salvación del Hombre. En ella hay muchos personajes santos y pecadores, y todos han jugado un papel importante en esa historia. Pero no olvidemos que como dice San Juan en 21:25 “Otras muchas cosas hizo Jesús. Si se escribieran una a una, me parece que en el mundo entero no cabrían los libros que podrían escribirse”

Esperamos que esta celebración nos ayude a entender que las Sagradas Escrituras son el legado de los primeros cristianos para ayudar a orientar nuestras vidas conforme a la voluntad de Dios en nuestras vidas, para hacerla vida en nuestras vidas y en la de nuestros hermanos.

 

"Nosotros no poseemos la verdad, es la Verdad quien nos posee a nosotros. Cristo, que es la Verdad, nos toma de la mano". Papa Emérito Benedicto XVI


"Deja que Jesús escriba tu historia. Déjate sorprender por Jesús." Papa Francisco

 
La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros. Amén

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