Haciendo eco del llamado al ayuno y oración por parte de su
Santidad el Papa Francisco, queremos compartir algunas reflexiones sobre la
paz, ese don que tanta falta hace a la humanidad en estos días. Este llamado
debe ser acogido por todo ser humano sin importar edad, credo, raza ni
ideología política ya que la falta de paz es un asunto que nos afecta a todos
en mayor o menor medida.
A lo largo de la historia de la humanidad el ser humano ha
sido testigo de la crueldad y barbarie que implican las guerras, la destrucción
y el caos son las consecuencias de la violencia que se genera en los conflictos
armados. Sin embargo hoy queremos ir un poco más allá y llegar a la raíz de
estos comportamientos violentos. Desde tiempos inmemorables el ser humano se
las ha ingeniado para crear y fabricar armas cada vez más eficientes a la hora
de derrotar al enemigo, al inicio fueron mazos, lanzas, espadas y flechas, pero
con la llegada de la pólvora la situación se volvió un poco más drástica
pasando por armas de fuego como ametralladoras, granadas, bombas, misiles y
finalmente las bombas nucleares que son capaces de segar la vida de miles y
millones de personas en solo segundos. Hoy día también nos alarmamos cuando ese
ingenioso ser humano utiliza la tecnología para crear armas biológicas que
matan sin tanto estropicio pero igual mata de forma masiva a sus semejantes.
Es necesario hacer un alto y llamar la atención de las
personas que tienen el poder y la responsabilidad de liderar nuestras naciones.
En todo el mundo se deben tomar medidas serias para evitar las matanzas y
buscar soluciones más civilizadas a los conflictos que se generan por
salvaguardas los intereses de los gobernantes. Porque es allí donde se generan
estos conflictos, es en ese egoísmo desmedido que no es capaz de ceder, de
dialogar y de llegar acuerdos.
No debemos irnos muy lejos para darnos cuenta que la guerra
más férrea ocurre dentro de nosotros mismos, es en ese momento que nos sentimos
burlados, traicionados y heridos que se generan los odios, los rencores y el
egoísmo que nos impiden perdonar y dar
una solución de paz y armonía a nuestras diferencias. En el seno familiar es el
lugar donde se aprende a construir la paz, se aprende a perdonar y a dar la
oportunidad al dialogo para llegar a un acuerdo en el que muchas veces se tiene
que ceder y muchas más se tiene que perder. Sin embargo hoy en día con nuestra
cultura competitiva y que promueve tanto el éxito, hemos olvidado lo que es
perder, pensamos que es algo malo y negativo cuando en muchas ocasiones se gana
más cuando se pierde. Cuantas veces no nos ha pasado que gastamos todas
nuestras fuerzas en una lucha que al final de cuentas cuando creemos que la
hemos ganado resulta que el contrario quería un final similar o muy parecido a
lo que resulto al final, o lo que es peor, al
final resulta que hicimos tanto daño que nos arrepentimos de haberlo
hecho, sin embargo, ya es demasiado tarde.
No nos dejemos
engañar, la violencia siempre genera más violencia, solo las personas más
valientes que son capaces de cortar con la cadena de violencia haciendo gestos
de paz y de reconciliación, pueden detener estos conflictos, hacer un dialogo
sincero donde se busque acuerdos y soluciones que beneficien a todos. La historia nos demuestra que el hombre que
vive en la violencia se autodestruye. Lo difícil y complicado del tema es que
la paz no se da instantáneamente ni por mandato, no se obtiene sin esfuerzo, ni
se compra o pide prestada: la paz tiene que nacer del corazón de cada hombre. Y si no hay paz en el corazón, ¿cómo puede haber
paz en un pueblo, en una nación, en el mundo?
La paz no se basa en
dejar al malo hacer lo que le place y someterse, la paz solo se alcanza al
tener un verdadero sentido de justicia y cuando no nada más se reconocen los propios
derechos sino también los de los demás.
En la mayoría de los
casos el malo no resulta ser tan malo sino que no es consciente de su maldad,
cegado por sus intereses y su egoísmo no puede ver el mal que esta haciendo o
simplemente lo justifica. Por esta razón no es fácil obtener esa paz que
anhelamos, requiere de la buena voluntad de las personas, de derrumbar los
muros de egoísmo que nos alejan del otro y destruir las cadenas de orgullo que
no nos dejan ver el dolor y la necesidad de los demás. Enfrentar los problemas
de esta manera y esforzarse en resolverlos requiere valentía y coraje más allá
de lo que la lógica humana nos permite comprender. Requiere también el respeto
a la vida y la dignidad de las personas como un elemento clave para evitar
hacer daño al otro y buscar siempre una salida honrosa por medio de actitudes
de generosidad y de caridad.
En resumen, amigos que visitan
este blog para católicos, lo que se requiere es actuar con amor, y actuar con
amor se resume en una decisión. Siempre podemos escoger, mejor escoge el bien,
escoge el perdón, escoge el amor, porque al escoger de esta forma estamos
garantizando la paz.
Por último quisiera terminar con
las palabras del mismo Papa Francisco en este día:
“¡Cómo quisiera que por un momento todos los
hombres y las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz!”,
pues en la Cruz “se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se
ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de
la muerte”.
“En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz”.
“En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz”.
Que la paz del Señor
reine en los corazones de todos nosotros, María Reina de la paz, ruega por nosotros. Amén.
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